Crédito de la foto: Revista Orsai
Quizá ya varios se habrán enterado, pero igual les cuento: la semana pasada debuté en Revista Orsai. Para mí es la mejor revista de literatura hecha en español, pero como no quiero caer en absolutismos polémicos diré que es la que más me gusta.
La historia con la que debuté fue un fragmento de la misma que resultó ganadora del Concurso de Crónica de dicha organización. Pueden leer la historia (o escucharla en su versión sonora) aquí. También pueden comprar la revista en papel u oírla en Spotify.
Una de las particularidades de Revista Orsai es que es la única revista de peso latinoamericana que no tiene publicidad. Es decir, se sostiene enteramente con el aporte de los lectores. Esto da cuenta de su transcendencia.
Otra de sus particularidades es que Hernán Casciari y Chiri, los cabecillas del proyecto, comentan cada uno de los textos que publican. Ese diálogo entre ambos aparece inmediatamente después de cada texto.
Aparte de las elogiosas palabras sobre mi trabajo, cuando les tocó comentar mi historia hablaron de que quedan pocas revistas literarias realmente relevantes.
Esto me llevó a pensar en la velocidad con la que está cambiando el mundo.
Es tan alta que hasta perdemos a los referentes.
Jorge Carrión, en una de sus columnas, recomienda a los jóvenes escritores no seguir las modas: el mundo actual se mueve tan rápido, y los procesos literarios son tan lentos, que cuando al fin tengas listo algo publicable acorde a una tendencia, lo más probable es que la misma ya haya quedado muy en el pasado.
Mi relación con las revistas literarias es justamente esa. A finales de mi adolescencia, vivían una suerte de boom, impulsado sobre todo por la no ficción, que fingía emular lo que fueron algunas publicaciones estadounidenses en el siglo XX. O lo que seguía y sigue siendo The New Yorker.
Vi a autores que se hicieron referencia apunta de desplegar su talento en Soho, Gatopardo, El Malpensante, Letras Libres, Orsai, Clinic, Etiqueta Negra, Revista Anfibia, la Revista de la UNAM, algún suplemento de El País y un largo etcétera que siempre fue variando según cada país.
Yo me propuse publicar en ellas. Las mismas por la que pasaban firmas como Mario Vargas Llosa, Leila Guerriero, Mariana Enríquez o Juan Villoro.
Hoy día, puedo decir que, desde el punto de vista laboral, tengo contacto con las más importantes de Latinoamérica: en todas he debutado.
El asunto está en que, aunque relevantes y prestigiosas, ya no experimentan el boom de hace 15 años. Y, claro, han perdido impacto en la población.
¿Cómo publicar en estas revistas?
Conviene recordar que el leitmotiv de estas cartas es reflexionar sobre la industria literaria, así que para no perder el foco trataré de responder esta pregunta que varios me han hecho llegar.
No sé.
Sí, lo siento, no se quejen: esa es la respuesta honesta. No lo sé.
O bueno, esto es lo que sé: echándole bolas/ovarios, escribiendo bien, dando con los contactos adecuados.
Teniendo un poco de suerte.
Lo primero que les digo es que hay dos vías para saber si tiene sentido que toquen esas puertas: la primera es estar seguros de que su trabajo literario está lo suficientemente maduro; la segunda, tener un trabajo especialmente relevante según alguna coyuntura.
Sobre el primer caso no es necesario mayor explicación.
Doy un ejemplo del segundo: son las elecciones de Estados Unidos y ustedes tuvieron acceso a Kamala Harris para hacerle un perfil.
Ahora, si se preguntan cómo aplica esto en el caso de que quieran publicar ficción, pues quizá la vía sería la siguiente: ganen un premio internacional importante y manden ese texto (o algún otro) a estas revistas. Por ejemplo, si ganan el Ribera del Duero, el concurso de cuentos más importante del mundo hispano, probablemente encontrarán un hueco en algunas de estas publicaciones.
Si cumplen con las dos condiciones anteriores o con al menos una, lo siguiente que deben tener presente es que los editores de esos sitios dan por descontado el talento.
Partamos de la idea de que al 95% de las personas que tocan las puertas ni siquiera les van a prestar atención: no las van a leer ni una línea.
Esos editores están tan desbordados de trabajo como cualquier empleado subpagado de Latinoamérica. Ganen lo que ganen, siempre están full porque la mayoría de esas revistas casi siempre están luchando para cumplir sus metas. Ninguna está tan cómoda como The New Yorker ni remotamente.
Entonces, hay que tener paciencia. Y no tomarse personal los rechazos. O, peor, los silencios.
Dicho esto, la mejor manera de tocar la puerta es a través de un contacto: bien sea porque conocen a un editor que conoce a la editora de esas publicaciones, o porque tienen un amigo que trabaja allí, o porque compartieron con alguien de la revista en un festival, o hicieron un taller con la directora de equis publicación, etcétera.
Y a partir de allí, aprovechen cada pequeña oportunidad.
Quizá hay otras vías, pero estas son las que yo conozco.
Que, resumidas, serían equivalentes a lo siguiente: si escribir de verdad es tu pasión/obsesión, lo más probable es que estés escribiendo todo el tiempo. Si, además, tienes la cabeza lo suficientemente organizada para pensar en tu trabajo literario como un oficio que puede devenir en carrera (por decirlo de algún modo), probablemente estás buscando qué hacer con todas esas cosas que publicas. Eso, eventualmente, te subirá a una rueda. A un monocíclico, vamos, en el que dependiendo de qué tan duro seas capaz de pedalear vas a llegar a uno u otro sitio.
Se parece un poco a Whiplash. No porque haya que encontrar a maestros abusivos, ni porque vayan a mejorar a punta del maltrato de patanes con poder. La vida ya es lo suficientemente dura en sí misma como para justificar los malos tratos de alguien que cree que la tortura es el camino más eficaz para la enseñanza. Se parece un poco a Whiplash, digo, porque generalmente quienes están dispuestos a pedalear incluso cuando les sangran los pies suelen ser quienes más aguantan la carrera.
Ser hijos de nuestro tiempo
Supongo que una característica de esta época es el dinamismo de los referentes.
Creo que, por eso mismo, lo mejor a lo que puede aspirar cualquier artista es a hacer su trabajo de la mejor manera posible y evitar contagiarse de los prejuicios de la industria.
Porque esa editorial en la que sueñas publicar quizá en 10 años no exista. O no sea tan importante.
Mientras que esa otra editorial que hoy te parece una ñoñería quizá en 10 años esté haciendo los libros más relevantes del mercado.
Aquí va un consejo que nadie me pidió: sean amables.
Primero, porque sí.
Segundo, porque es lo correcto.
Tercero, para que después no tengan que arrepentirse.
Mi punto es que hoy día más que obsesionarse con un espacio en particular, quizá lo más saludable sea estar abierto a las infinitas posibilidades.
He visto a jóvenes desangrarse para publicar en revistas/editoriales otrora prestigiosas que hoy día no leen más de 100 personas. O por ganar concursos cuyo premio metálico se ha ido devaluando y que no le van a dar mayor trascendencia a su obra.
Escojan bien sus batallas. Y sepan diferenciar los sueños de las metas, e identificar lo que realmente es útil para sus proyectos artísticos/laborales de lo que es útil solo para su ego.
Ricardo Ramírez Requena una vez me dio una clase (sí, al igual que muchos de ustedes yo también estuve en un pupitre frente a él) en la que su objetivo era desmotivar a todo un salón lleno de aspirantes a escritores.
Me encantó.
Ese día, puso todos los puntos sobre las íes.
Él es una de las personas que más ha reflexionado sobre el mundo literario en Venezuela. Por eso creo que es pertinente que quienes sean venezolanos se inscriban en su nuevo taller, dos sesiones para pensar el presente y buscar soluciones.
Si no son venezolanos y no tienen nada que ver con Venezuela, no se inscriban. Pero tranquilos, ya llegarán nuevos eventos para ustedes.
Dicho esto, ojalá todos tengan la oportunidad algún día de publicar en Orsai o en algo que se le parezca.
NOTICIAS, NOTICIAS, NOTICIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS
Esta es la penúltima carta del año. La última la enviaré a mediados de diciembre, después de que se haya hecho pública la novedad MÁS IMPORTANTE DE LA HISTORIA DE CÍRCULO AMARILLO.
No, no estoy exagerando.
Si están en Caracas, aparten en su calendario la tarde del 10 de diciembre. Si no están en Caracas, podrán conectarse por un live de IG.
De ñapa, aparten el sábado 21 de diciembre.
Cuando vuelva a hablar con ustedes a través de estas cartas, tendremos mucho para conversar. Porque algunos sueños se habrán hecho realidad, mientras que otros irán en camino de concretarse.
Y ustedes formarán parte de eso. Porque todo lo que hemos avanzado hasta ahora ha sido posible con su apoyo.
Así que gracia
s: espero que juntos tengamos un cierre de año emocionante.