Para todo lo concerniente a la creación literaria hay muchos libros, charlas y talleres. Pero todavía no se ha profundizado lo suficiente en cómo se rentabiliza este oficio.
Por el contrario, hay un meme muy extendido según el cual los escritores (y los artistas en general) pasan hambre.
Casi todas las familias del mundo quieren que sus hijos lean, que sean cultos. Pero muy pocas ven con aceptación que sus hijos decidan dedicarse a la literatura: temen por su futuro económico.
Para mí, el dinero siempre ha formado parte de la ecuación. No hago lo que hago exclusivamente por dinero (hay vías tradicionalmente más fáciles para ganarlo), pero sí es fundamental en la organización de mi trabajo entender cuál es mi modelo de negocio: qué me es rentable y qué no.
Un escritor o escritora, por lo general, es alguien autónomo. Sí, puede trabajar en empresas grandes. Sin embargo, rara vez una empresa grande va a permitirle saciar todo ese impulso creativo.
Generalmente, quien se considera a sí mismo como escritor no le basta con hacer guiones publicitarios, pues sino se consideraría a sí mismo publicista y no un escritor que escribe publicidad entre otras cosas. ¿Sí me entienden?
Así que, al final del día, como en casi todas las disciplinas artísticas, este es un oficio en el que si se quiere vivir bien es fundamental saber autogestionarse. Y desarrollar mucha inteligencia financiera.
En mi opinión, hay cuatro grandes rubros mediante los cuales ganamos dinero los escritores: venta directa del trabajo literario, servicios, oficios relacionados con la literatura y relación con marcas.
Venta directa del trabajo literario:
1. Regalías por libros.
2. Honorarios por publicaciones en revistas y periódicos.
3. Premios.
4. Becas.
5. Financiación privada.
6. Adaptaciones.
La cruda verdad es la siguiente: alrededor del 90% de los libros que se publican en el mundo hispano no venden más de 50 ejemplares. Y alrededor del 95% no venderán más de 200. Es decir, quizá solo el 5% de los escritores puede vivir de las regalías de su obra.
En ese sentido, están los que logran tener muchos bestseller y se vuelven millonarios (gente como Stephen King, Carlos Ruiz Zafón, Isabel Allende, J.K Rowling); y otros que logran tener una carrera súper prestigiosa y solvente, en la cual mediante la publicación de varios libros y quizá sin la necesidad de tener un bestseller logran ir acumulando suficientes ventas para tener un buen ingreso por regalías (Martín Caparrós, Juan Villoro, Mariana Enríquez).
Un apartado importante aquí es de la literatura infantil y juvenil, que, por lo general, son las más rentables. Primero, porque el fandom más intenso siempre es el de los niños y adolescentes. Segundo, porque, en el caso de la literatura infantil, quienes compran las obras son los padres, ¿y qué padre o madre no quiere que sus retoños sean lectores?
Tercero, porque si logran incluir alguno de esos libros en un programa de lectura sugerido por el ministerio de educación de cualquier país, pueden hacer el sonidito de la caja registradora: ingresarán mucho dinero con casi total seguridad.
Otra vía muy anhelada para generar ingresos es mediante publicaciones en periódicos y revistas. En el mundo hispano, lamentablemente, hay poco espacio en medios para la literatura.
Ojo, por ahí hay muchas revistas literarias, pero las que pagan son pocas. Y las que pagan realmente bien lo son menos aún.
Lograr regularidad en algunas de las más prestigiosas (que son, salvo algunas excepciones, las que más dinero mueven) es una de las vías más rápidas para lograr reconocimiento y para hacerse apetecibles para las editoriales y los agentes. O al menos para ir cosechando lectores.
¿Y por qué es importante todo esto último? Porque la mayoría de la gente quiere publicar un libro para volverse famoso o reconocido. Y en verdad eso rara vez funciona así. Lo lógico, comercialmente hablando, es ser famoso o reconocido y luego publicar un libro.
En cuanto a las revistas y periódicos, algo que deben tener en cuenta es que el género que menos interés despierta (el menos rentable, el que menos consumen los lectores, el que menos buscan las editoriales) es el cuento. El cuento de ficción, digo.
Las revistas literarias de peso rara vez pagan por la publicación de un cuento y generalmente lo hacen solo con autores ya consagrados y súper prestigiosos internacionalmente. Las editoriales les huyen a los libros de cuentos. Y los lectores de narrativa, en su mayoría, prefieren novelas de ficción o historias reales.
Claro, hay excepciones. Yo solo estoy compartiendo las tendencias del mercado a grandes rasgos.
Los premios y las becas son de las cosas más codiciadas por nuestro gremio. Son vías para ganar buenos montos de dinero. La mayoría de los cuentistas que de verdad ha ingresado algo con su trabajo ha sido través de concursos o de becas.
Sobre los concursos ya dediqué toda una carta. Así que no voy a ahondar en eso. Sobre las becas, pues dependiendo del perfil de cada quien se puede optar por unas u otras. Muchas, eso sí, están relacionadas a lo académico. Por ende, quienes mejor compiten en este rubro son los escritores que, además de su trabajo artístico, tienen un currículo académico de cierto nivel. Hay excelentes opciones en Europa para ellos.
La financiación privada está muy relacionada con los contactos de cada quien y con que tanto reconocimiento se haya acumulado. Es un rubro para tiburones que se saben mover en el mundo diplomático o entre empresas de renombre. Gente que sabe estrechar manos y que no le incomoda estar rodeada de personas en tacones o con corbatas. Sé de autores que logran sacar adelante proyectos notables por financiación de este tipo.
¿Cómo se consiguen estos contactos? Eso demanda todo un boletín. Solo les puedo decir que si ustedes no tienen las habilidades sociales para nadar esas aguas, les puede ser útil asociarse con alguien que sí. Desde hace décadas, uno de los sistemas que más les funciona a los artistas y creativos en general es aliarse con quienes son especialistas en hacer dinero. Es decir, si ustedes son Stephen Wozniak, una forma de rentablizar su trabajo es conseguir a su propio Steve Jobs.
Por último, están las adaptaciones. Sus libros, historias, ensayos o poemas pueden transformarse (y, de hecho, financieramente hablando, es lo ideal) en películas, series, podcasts, obras de teatro, etcétera. Y, si logran un buen contrato, podrán poner ojitos de dólar: tendrán ingresos suculentos por un buen periodo de tiempo.
Este es el rubro más salvaje e incierto de todos. Y las posibilidades de lograr beneficios por esta vía están supeditadas a muchas variables. Al momento de negociar con una productora una posible adaptación, firmar un buen contrato puede depender de algo tan simple como tener o no un agente literario que negocie por ustedes.
Dejando de lado los malos negocios y las apuestas que fracasan, creo que las adaptaciones pueden generar beneficios en dos caminos: en la difusión del trabajo (capital simbólico) y en el rubro económico.
Algunas (entre las que funcionan, insisto) generan beneficios en ambas direcciones, otras solo en una de las dos.
Por ejemplo, Spotify no es famosa por ofrecerle grandes contratos a sus creadores. A lo mejor logran transformar su libro en una serie en podcast y, si vendieron los derechos, apenas les dan cinco mil u ocho mil dólares; o si por el contrario los contratan a ustedes mismos para que hagan la adaptación (lo cual demanda que tengan esas habilidades), capaz cobren un poco más de dinero pero es a cambio de que trabajen. Ahora bien, un podcast exitoso en Spotify puede abrir muchas más puertas si se saben gestionar.
Por el contrario, a lo mejor lograron que una productora de teatro compre los derechos para adaptar su novela. Ustedes no tendrán que hacer nada. Y, voilá, resulta que la obra es un hit que dura en cartelera años y se monta en salas de más de mil personas. Bueno, si lograron negociar un buen contrato, quizá estén en sus casas cobrando cheques que les basten y sobren para vivir sin hacer nada. Ese fue el caso, por ejemplo, de Hernán Casciari y Más respeto que soy tu madre.
Servicios que presta debido a su experiencia:
1. Escritor fantasma.
2. Talleres.
3. Asesorías literarias.
4. Charlas.
5. Reseñas, presentaciones y columnas.
6. Edición y corrección (en caso de poseer esas competencias).
7. Traducciones (en caso de poseer esas competencias).
8. Scouting para productoras.
Esta es una de las áreas más explotadas. En la mayoría de los casos, la rentabilidad de este cuadrante depende de qué tanto capital simbólico se haya acumulado en el cuadrante anterior.
Me explico:
Más allá del dinero que se puede o no ganar publicando (importante: lo normal es ganar dinero por publicar o vender, no por escribir: parece lo mismo, pero no lo es), dicha actividad literaria suele generar cierto grado de reconocimiento que solo es útil sí se sabe capitalizar en oportunidades.
Al menos para mí, la gloria por la gloria es vanidad pura y dura, nada diferente a ir al gimnasio con la intención de ponerse buenote o buenota o de recurrir al bisturí para el mismo fin. Ojo, me parecen motivaciones súper respetables, humanas y nada desdeñables.
Solo les digo que, desde el punto de vista material, sepan que con reconocimiento no se paga en el supermercado.
Lo que sí se hace, si se tienen estrategias adecuadas (eso es harina de otro boletín), es utilizarlo para potenciar la imagen propia (aka, marca personal) y ofrecer servicios como los señalados en la lista.
Por supuesto, no todos los escritores tienen la capacidad de hacer todo lo anterior. En mi caso, hago labores de escritor fantasma, dicto talleres, doy asesorías literarias, edito y corrijo textos por encargo.
En Venezuela he conocido pocos escritores que cobren por dar charlas, pero sí los hay. Las reseñas y presentaciones de libros de otros colegas suelen cobrarse, pero en mercados grandes: España, Colombia, Argentina y México. Y, créanme, no en todos los casos.
Yo he tenido columnas de opinión, lo cual es un género en sí mismo y es una excelente forma de ingreso fijo que va muy de la mano de tu capacidad para lograr que esa columna sea leída.
Quizá el ámbito en el que hay un flujo de dinero más estable es el de las traducciones, dado que traducir literatura es una habilidad escasa que demanda un dominio de los lenguajes muy alto. Sobre todo si hablamos de traducir poesía, lo cual ya es como jugar en nivel Dios.
Muchos autores súper reconocidos tienen aquí su principal área de ingresos: Julio Cortázar, por ejemplo, tradujo a Edgar Allan Poe al español.
Por supuesto, esto demanda tener buenas relaciones con editoriales competentes y solventes, que son, al final, las que invierten en traducciones.
Por último, de unos años para acá ha cobrado mayor fuerza el oficio de, por decirlo de algún modo, scouting: productoras grandes de streaming, televisión y cine andan cazando historias que puedan ser adaptadas. Por lo general, contratan a un escritor o escritora que se dedique a leer desaforadamente todo lo que pueda y a levantar informes que ayuden a determinar la viabilidad de transformar esa historia en una película, serie o telenovela.
Solo para que lo tengan presente: lo menos importante al momento de pensar en una posible adaptación de un libro es la calidad literaria. Por el contrario, se piensa en libros que ya hayan tenido aceptación del público, o bien en historias que sean fácilmente trasladables a la pantalla o que sirvan de base para ampliar el universo ficcional.
Los que dicen que el libro siempre es mejor que la película es porque no han profundizado en esta industria: no tienen idea de la cantidad de libros deficientes que luego se han convertido en extraordinarias películas/series solo porque la idea original le pareció atractiva a la productora.
Claro, también pasa lo contrario.
Oficios relacionados a la literatura:
1. Guionismo.
2. Clases a nivel universitario.
3. Asesorías de imagen y políticas.
4. Marketing y publicidad.
Este es un caso particular porque es una autopista con dos direcciones. Por un lado, están los escritores que, buscando dinero, se ponen también a escribir guiones, a dar clases a nivel universitario, a asesorar a políticos y empresas, o que dan el salto a la publicidad. Sin embargo, también es común que muchos profesionales de estas áreas tengan el objetivo de ser escritores y, poco a poco, vayan haciendo la transición desde un espacio a otro.
Estados Unidos, por ejemplo, construyó una industria literaria que facilita a los escritores estudiar una carrera universitaria afín a su arte, para luego dedicarse a dar clases (muy bien remuneradas) por medio tiempo y dedicar el resto de las horas a escribir.
Antonio Pérez Ledo escribe para televisión, ha hecho algunos de los mejores podcasts de ficción y escribe novelas. Manuel Bartual se mueve a un ritmo parecido, al que agrega el cómic, las ilustraciones y el diseño gráfico.
Lo que se desprende en caso de que tenga una imagen muy rentable:
1. Relación con marcas.
Pues sí, amigas y amigos, sé lo que están pensando y sí es verdad: el escritor-influencer existe. O si no les gusta esa palabra, pónganle otra. Pero, así como cualquier famoso, un escritor cuyo rostro sea lo suficientemente reconocido puede terminar haciendo match con marcas. Es decir, promocionando productos a cambio de dinero.
AAAAAAAHHH, ya lo veo: están poniendo cara de qué-bicho-le-picó-a-Lizandro.
O más de un prejuicioso se está imaginando a malos poetas de redes sociales, con destreza en el lugar común, monetizando sus post.
Sí, es verdad, esto pasa.
Ahora, también hay escritores como Leonardo Padrón que son extraordinariamente famosos y que interesan a las marcas.
Pero, para zanjar este asunto de una vez por todas, les pondré el ejemplo de uno de los más grandes poetas latinoamericanos de las últimas décadas: Nicanor Parra.
Escribe Leila Guerriero en el perfil que hizo sobre él: “Hace tiempo le propusieron filmar una publicidad de leche y, como Shakira formaba parte del proyecto, pidió cobrar lo mismo que ella. Dizque le pagaron treinta mil dólares por medio minuto de participación y que, desde entonces, repite que su tarifa es de mil dólares por segundo”.
Aquí pueden ver el comercial de Shakira.
Y aquí el de Nicanor Parra.
Nada más que agregar, su señoría.
Mis últimas publicaciones
Este inicio de año ha sido intenso. No solo fui finalista del más importante premio de la literatura venezolana, sino que he publicado dos trabajos que se conectan un poco con lo que venimos hablando:
“¿Si no es crossmedia no existe?”, en Letras Libres.
“La última borrachera de Manuel Ángel Redondo”, en UB.
El primero es una reflexión sobre la importancia de que la literatura se expanda por diferentes formatos para ser rentable.
El segundo es una historia/perfil sobre uno de los comediantes de moda en Latinoamérica y el webshow Entregrados. ¿Que qué tiene que ver eso con como ganan dinero los escritores? Pues que entender cómo otros creativos han partido desde la nada para hacer rentables sus chambas y sus industrias me parece súper importante para poder hacer crecer nuestra parcela.
Nuevo taller
Todavía no lo hemos anunciado en redes sociales. Pero si leyeron esta carta hasta aquí, merecen saberlo: entre el 30 de marzo y el 27 de abril dictaré mi primer taller del año, “Cualquier estilo es bueno, menos el aburrido”.
Es un taller dedicado a las personas que quieran contar historias en cualquier formato. Pueden inscribirse aquí.